La Panza del TepoztecoExiste una novela llamada así que evoca un sinfín de imagenes mágicas, impregnadas de mito y con ritmo de aventura, que toman lugar al interior-en la panza- del Tepozteco.
Hace poco hubo un par que construyeron-vivieron su propia historia. La panza era un sitio mágico cuyas paredes estaban recubiertas por soles, estrellas, lunas y seres fantásticos; era como habitar el interior de una cueva apenas iluminada por una tenue luz rojiza... sugerente, cálida, enigmática. De la misma forma que en la novela, esta cueva encerraba una gran cantidad de imágenes cargadas de mito y aventura.
El escenario fue testigo de la creación de dioses... dioses- hombres, terrenales pero sublimes; dioses que se fueron descubriendo a sí mismos poco a poco, hasta que decidieron que estar juntos era una buena idea; hombres-dioses que entregados a su nueva divinidad descubrieron su humanidad.En cierta forma se recreó, de manera muy particular, el mito de la caverna- la cueva. Individuos que se internan en confines inexplorados en búsqueda de la luz del topus uranus que lo guié... que se internan en la obscuridad de una cueva para descubrir que lo que ahí esperaba era el sentimiento y la pasión; la mezcla perfecta de luz y obscuridad, el revoloteo de murciélagos y la explosión- una pequeña implosión- que los conduciría la extásis de la contemplación. Mito pintado de amor.
También hubo aventura. La exploración de aquel sitio de paredes recubiertas incluyó el tránsito a través de escenarios Dionisiacos y campos florales, montañas y fátigas, aromas y sonrisas. Hubo también exploración del mundo; del que rodeaba al refugio y del que pertenecía a Morfeo (los dioses-hombre se lo robaron/lo tomaron prestado para que durmiera mientras ellos navegaban por los sueños). Hubo noche y estrellas, gritos y silencios, paz y frenesí, dioses convirtiendose en una sola deidad.. dos y uno, uno en dos, dos, uno.
Fueron días mágicos que sirvieron para convertir el mito en realidad; para dotarla de imágenes y experiencias que llenaron de energía a los dioses, a los hombres. Habitar la panza del tepozteco por algunos días fue excitante y revelador. Fue como abrir la caja de Pandora y toparse con sorpresas que tomaron forma, la forma justa para que los protagonistas de esta historia descubrieran, se descubrieran o re-descubrieran.
Lo mejor de habitar ese sitio fue toparse de frente con el mito del Amor y darse cuenta que, con un poco de empeño y dedicación, el Amor puede dejar de ser mito y transformarse... en aventura, en comunión, en realidad.