Diálogos Contronianos
(Sátira de puesta en escena en ? actos)
Acto Primero
En escena nada más que una mesa, un cuaderno, y un par de sillas viejas. Un foco alumbra la escena. Sentados a la mesa Super-Yo busca respuestas entre penumbras. A su alrededor se escuchan risas y un lamento. Yo escucha (in)pacientemente. Una mujer, entre las sombras, en una silla y con la figura indistinguible, los observa.
Super-Yo:
-Y que hago yo aquí, en medio de una nube etérea; inmerso en esta fantasía que nubla los sentidos pero eleva el corazón ?
-Qué hago aquí... rodeado de anhelos y de estrellas, a la mitad del camino hacia los sueños, con escala en la tierra del tormento?
-Por qué no camino donde hay luz, hacia la pasión, a las estrellas? ¿Qué diantres hago entre copas, cigarros y deseos?
Yo:
- Estoy aquí porque me encuentro en la explosión de estos tiempos, en la pasión, en las miradas; estoy porque me busco en ti, porque me busco en mí; porque, al final, en las ideas me buscas y en el amor me encuentras.
El foco se apaga lentamente al tiempo que Super-Yo apura el último trago de su copa. Yo escribe. Cae el telón
Acto Segundo
La escena se ilumina con el mismo foco parco de la escena anterior. Un soñador entra en escena. Toma asiento junto a Ello- Super-Yo y Yo, que para entonces se han fundido en uno sólo-. Ello tiende un cuaderno al soñador. El soñador lee. La mujer continúa mirando desde lejos. Soñador plantea la conversación. Las risas, al fondo, siguen acompañando la escena.
Soñador:
-Y es que...mire usted, señor. Yo me pregunto, por qué dejamos de soñar? No me diga usted que dejamos de soñar porque dejamos de soñar. Eso no me dice nada. Mire usted, yo dejé de soñar cuando las figuras se volvieron estilizadas (y no tanto estéticas); yo dejé de soñar cuando nos hicimos cazadores del éxito ajeno, cuando nos hicimos tan comelones, tan gastadores...
-Mire usted, yo nos sigo preguntando, por qué dejamos de soñar un día? y fíjese que no encuentro respuesta...Yo sólo sigo soñando sin sueños, sin las ganas de hacerme marinero, de hacerme revolucionario. Yo simplemente, amigo mío, sigo soñando sin soñar, sin dormir y sin despertar. Sigo soñando y no se qué sueño...
- Dígame, qué sueña usted? TAL VEZ NOS HACEMOS UN SUEÑO PARA LOS DOS... O PARA LOS DEMÁS.
Ello:
- Yo sueño al infinito. Sueño a la revolución aunque sin ser revolucionario; sueño en un mañana, en una estrella, en un momento que a tiempos siento inexistente...
(Mirando al soñador con una mezcla de agudeza y melancolía)
- Sueño con la duda. Pero he de decirle que en el anhelo siento que puedo, que existe el tiempo y espacio adecuado... aunque a veces me despierto.
(Ello dirige la mirada hacia las sombras y cerrando el puño se dirige a un público inexistente, al público que acompaña a la mujer sentada en la penumbra)
- Cuando despierto, amigo... Qué hacer? Qué decir? Qué pensar? Cuando despierto no queda más que volver a soñar, elevar los ojos al firmamento y redescubrir mi estrella- o quizá una nueva.
- Cuando despierto quiero integrar el sueño a la realidad, sacar las alas y volar...
(Volviendo la mirada al soñador y con ánimos exaltados)
- Me gusta saber que estoy vivo; que siento; que pienso; más aún, que vuelo. Porque mi existencia, compañero, no sería nada sin ese vuelo; porque sería un accidente, un sinsentido. Me gusta soñar y saber que a cada paso llego... un paso más, cada vez más cerca, un instante más de soñadora realidad.
(Calmado ahora, con la certeza de lo que está por decir es ratificado por su sola existencia pero con la ansiedad de quien está por hacer una confesión)
- Sueño porque eso es lo que soy: un soñador sin tiempo, sin espacio, sin nada más que la materia de sus sueños y quizá el ritmo de algún verso. Sueño porque sin soñar me perdería... en la realidad azul, en los recodos del camino que conducen al simple anhelo, a la monotonía, a la derrota, a la simpleza, a la idea inconclusa, al hacer porque es debido, a la nada. Sueño porque sin ello sería uno más; porque sin ello me revolcaría en el polvo de este suelo.
Soñador:
(Mirando fijamente a Ello)
- Usted, amigo mío, no sueña más alto que la estrella que es más vieja en el universo (y fíjese que las hay!; existen hijas más viejas que el creador). Usted no sueña más lejos que el Amazonas que sueña con su imposible libertad... o digamos el Balsas, el Usumacinta, que sueñan liberarse de su prisión, humana y prácticamente, entubada.
- Usted, amigo mío, no sueña más alto que la montaña (digamos el monte) que sueña con conquistarse a sí mismo, y no ser conquistado por algún aventurero con tanque de oxígeno. Usted, hermano mío, no sueña como el viejo sueña con sus memorias.
(Rodeando a Ello con su brazo)
-Usted, poeta mío, no sueña con soñar... Usted sueña con lo soñado y nada más: igual que yo.
(Con la mirada fija hacia ti, hacia tus ojos, al lector, y con voz segura, te habla)
- Soñemos pues, en ser aire, en ser montaña, en ser río, en ser simplemente soñadores que no sueñan nada y sueñan todo. Seamos soñadores de aventuras... nos invito a ser marineros!
Soñador se pierde entre las sombras. La iluminación cede dejando a Super-Yo y Yo sentados a la mesa. Las conversaciones crecen y las risas estallan. La mujer en la penumbra fija su mirada en él-ellos. Cae el telón y permanece abajo haciendo pensar al lector que la sátira llego a su fin. Cuando está a punto de retirarse las luces a su alrededor se apagan y el telón sube otra vez.
Acto Tercero y ¿Último?
La escena apenas se ilumina lo suficiente para distinguir a Ello a la mesa. Sobre ella una libreta, un bolígrafo y un cigarro encendido descansando en el cenicero. Ello contempla... todo y nada, luz y ausencia, realidad y sueño. Siguen las conversaciones y las risas. Suben de tono hasta que se escucha un ruido. La luz se apaga tan sólo para despertar de nuevo alumbrando una silla en el suelo, a la mitad del escenario: la silla donde estaba la mujer. Una luz, desde arriba, ilumina a la dama. Lleva ropa obscura, su cabello es medio rizado y parece de respetable figura. El rostro permanece oculto. Sólo se distingue su silueta. El lector, sorprendido por la obscuridad y atraído por la luz del escenario, fija sus ojos en ella. La mujer, en actitud firme pero cómplice, encara al lector.
Mujer:
- Yo sueño que soy nada y nada soy; porque hoy que deseo, nada deseo. Maldita sea!, Bendita soy!
La mujer se dirige a Ello y se sienta a su lado. Se miran fijamente, toman sus manos y, en actitud amorosa, se enfrascan en una nueva (vieja) discusión. Cae el telón.
Fin-creo- de la satírica puesta en escena en ? actos